dissabte, 16 de juny del 2012

fúlcner, que no és poc


Para irse del barrio y al mismo tiempo quedarse en él para inventarlo, lo primero que hizo Marsé fue cruzar una calle e ir más allá de la casa de Tina (la protagonista de su primera novela, Encerrados con un solo juguete, María en la vida real), su primer escarceo sentimental. La memoria de Tina está ligada a los días en que el joven Marsé, aprendiz de joyero, iba a la plaza Rovira y, en una librería que no existe desde hace medio siglo, alquilaba novelas que leía con toda voracidad y que le servían, junto a sesiones continuas de cine, para escapar de la mediocridad de la siniestra época en que le había tocado vivir: "Era un tiempo muy curioso: Si no te jodían unos, te jodían los otros".

Le contaba Juan Marsé a Marcos Ordóñez en un brillante reportaje de hace años: "En esos días leía muchísimo, todo lo que pillaba. Balzac y El Coyote, Stendhal y Salgari, Stevenson y Edgar Wallace. Y las novelas de la Biblioteca de Oro y la literatura seria que publicaba José Janés y cuyos máximos exponentes eran Somerset Maugham y Lajos Zihaly... Y los descubrimientos: Santuario de Faulkner, en la edición de Austral".

Al aprendiz de joyero el libro de Faulkner le entusiasmó, le gustó tanto que en el servicio militar, como un idiota, se lo pasó a un capitán que le pidió algo para leer y de poco no le arresta. "¡Le he pedido una novela! ¿No sabe usted lo que es una novela? ¡Una del oeste, coño!"

Ya en la misma primera página de la edición de Austral de Santuario encontramos un diálogo que debió impresionar al joven Marsé, al futuro joyero de la literatura, entonces aprendiz. Dos personas se encuentran y parecen llevar ambas una pistola en el bolsillo. Sin embargo, lo que lleva una es un libro, la otra un pañuelo para este valle de lágrimas faulkneriano, donde si no te joden unos, te joden los otros. La del pañuelo se llama Popeye.
"¿Lee usted libros? —preguntó Popeye".

 Muchos años después, en 1982, encontramos la fantasmal pistola en la primera línea de Un día volveré: "Néstor tenía 16 años y aún llevaba la armónica sujeta al cinturón como si fuese una pistola". Y también en la última línea de ese libro, cuando el padre le dice al hijo que acaba de mear al fondo de un metafórico solar lleno de escombros: "Bien, esconde tu pistolita y vámonos".

Enrique Vila-Matas. "Un pirata de Caribe". Letras libres. Novembre, 2000.

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